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Gestión del agua: Australia a la vanguardia

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Autor: Åsa Wahlquist (UNESCO)
© Eco Images
En la parte baja de la cuenca hidrológica de Murray-Darling, el nivel del Lago Alexandrina ha disminuido en proporciones alarmantes. Invertir el sistema de sobreasignación de recursos de agua y atacar al mismo tiempo los efectos nefastos del recalentamiento climático y la sequía: tal es el desafío mayor que se ha impuesto la nueva Autoridad de Gestión de la Cuenca del Murray-Darling, nacida en Australia en 2008. En el lapso de siete años el caudal de una de las mayores cuencas fluviales de Australia había descendido en casi el 80%.


La Autoridad de Gestión de la cuenca del Murray-Darling, creada recientemente en Australia, ha puesto en marcha una empresa sin precedentes. Su director ejecutivo, Robert Freeman, está preparando un plan de acondicionamiento de esa cuenca hidrográfica tan grande como Francia. “Es la primera vez que ve la luz un proyecto de tal envergadura. Lo que vamos a intentar es invertir un sistema de sobreasignación de recursos”.

La sobreasignación es, señala, “una herencia del pasado, agravada por las primeras embestidas del cambio climático y por una de las peores sequías padecidas por el país (ocurrida hace siete años)”.

La herencia en cuestión son los derechos de acceso al agua de más de 5.000 gigalitros o billones de litros anuales, concedidos en otras épocas, cuando el clima era más húmedo y el río Murray contaba con un caudal anual de 8.900 gigalitros. Ahora bien, desde tres años el mismo se estanca alrededor de unos 1.783 gigalitros.

La cuenca del Murray-Darling es particularmente dependiente de las evoluciones climáticas. Es suficiente que la temperatura aumente un grado, cosa que se produjo con el recalentamiento, para que el volumen del agua recogida por el río descienda un 15%.

Antes de la sequía, la cuenca proveía el 40% de los productos agrícolas del país, entre ellos la práctica totalidad de los cultivos de regadío, por un volumen de mercado anual de 15 billones de dólares australianos.

De sus aguas dependen más de dos millones de personas. Entre ellas, los habitantes de la quinta ciudad del país, Adelaida, que en los últimos tres años sufrieron restricciones draconianas. En la gran ciudad meridional sólo se tiene derecho en la actualidad a tres horas de riego manual por semana.

Robyn McLeod, Comisario de Seguridad del Agua en Australia Meridional, expresa su inquietud, pues una catástrofe ecológica amenaza los lagos situados cerca de la desembocadura, separados del océano Índico por diques. Su nivel desciende, los suelos sulfatados ácidos expuestos al aire ven su acidez ascender peligrosamente. Ahora bien, no queda suficiente agua dulce en el Murray-Darling para recubrirlos. Podría combatirse la acidez dejando entrar el agua de mar, pero en ese caso, previene McLeod, “rápidamente se hipersalinizarían y se convertirían en un mar muerto”.

Medidas de urgencia
En 1991, eflorescencias de algas glaucas y nauseabundas colonizaron unos mil kilómetros del Darling. A partir de ese momento, la gravedad de las presiones padecidas por el río no dejó lugar a ninguna duda.

En 1994, le Consejo de gobiernos australianos, que reúne a los ministros de Estado y de Gobierno Federal, aprobó una nueva política del agua. En virtud de ella, la salud del río debía tenerse en cuenta en todas las decisiones relativas al agua, se suprimirían las subvenciones a las extracciones y el derecho de acceso a los recursos hídricos se disociaría de los títulos de propiedad territorial a fin de facilitar el libre comercio en el seno de un nuevo mercado del agua.

La clave del nuevo sistema australiano se basa pues en una repartición del acceso al agua disponible en partes canjeables bien especificadas. “Ello nos conduce a ver la competencia como un medio de resolver nuestros problemas y de acelerar el cambio” afirma Mike Young, director ejecutivo del Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad de Adelaida. Esto constituyó sobre todo un formidable motor para impulsar la reforma; no existía otra de igual naturaleza en ninguna región del mundo”.

Adelaida, que obtiene del Murray el 90% de su agua potable, desarrolla hoy día otros medios de abastecimiento. Un 30% del agua es reciclada, con el objetivo de alcanzar el 45% en 2010. Los nuevos barrios están equipados de dos conductos de agua: uno para el agua potable (purificada), reservada a la bebida y a la cocina y el otro, de color violeta, para la evacuación de los sanitarios, el lavado de ropa y el riego de jardines. Adelaida puso en marcha también la construcción de una fábrica de desalinización que a partir de 2011 abastecerá un cuarto de sus necesidades.

El profesor Young estima que tales medidas han colocado a Australia a la vanguardia en la materia. “En la actualidad dedico buena parte de mi tiempo a viajar por el mundo para explicar cómo desarrollar políticas inspiradas en las buenas prácticas australianas”.

En el campo se adoptó otra medida: al haber aumentado el valor del agua, los agricultores reemplazaron los canales abiertos costosos y las rampas de aspersión aérea por un sistema de irrigación gota a gota controlado por ordenador. El agua que antes servía sólo para inundar los cercos y abrevar al ganado se destina ahora al cultivo de la vid, las frutas y las verduras.

Australia en cabeza
Con todo, al acentuarse la sequía en 2006, se hizo patente la necesidad de ir aún más lejos. En 2007, Canberra propuso un plan radical: los Estados deberían renunciar a la gestión de la cuenca en beneficio del Gobierno Federal quien, en contrapartida invertiría diez mil millones de dólares australianos en la readquisición de los derechos de sobreasignaciones y la renovación de las infraestructuras de irrigación. Fueron necesarios quince meses para que los Estados aceptasen el plan.

En diciembre de 2008, Australia abrió una nueva página en su historia de la gestión del agua con la creación de la Autoridad de Gestión de la Cuenca del Murray-Darling que una entidad cuyas decisiones son vinculantes.

En efecto, anteriormente los Estados no tenían ningún medio de hacer respetar los topes de extracción por parte de sus vecinos. Australia Meridional, situada en el curso bajo del río, sufría importantes variaciones en su caudal debido a la sobreexplotación de los recursos por parte de Nueva Gales del Sur, que está ubicada en el curso alto de la cuenca. La Autoridad tendrá un real poder conminatorio que le permitirá prohibir las prácticas ilegales. Y tendrá que servirse de él, pues los permisos de irrigar tienen que reducirse todavía más.

Su director, Robert Freeman, estima que “los nuevos límites de extracción se apoyarán en la cantidad de agua que habrá que retener para preservar los principales activos medioambientales y las funciones vitales del ecosistema”.

Se trata de una verdadera revolución en materia de gestión del agua. Sin lugar a dudas el mundo seguirá con la mayor atención esta nueva aventura australiana.

Åsa Wahlquist, periodista australiana

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