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La crisis estructural del agua

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En los últimos años, el manejo del agua se ha convertido en un tema de preocupación para los mexicanos, ya que fenómenos como el crecimiento demográfico y la sobreexplotación de los recursos hídricos han ocasionado que el acceso al agua sea cada vez más limitado.

 Esto, a pesar de que las paradojas en torno a la gestión del agua son evidentes, pues al mismo tiempo que se agudizan las sequías en varias regiones del país, los estragos de las inundaciones son un problema en aumento. Estas contradicciones han llevado a muchos expertos a considerar que, más allá de los efectos del cambio climático, hay algo que no está funcionando de forma adecuada con el modelo de gestión del agua que se implementa actualmente en México.

Manuel Hernández

Sofía Romero toma el teléfono con la esperanza de encontrar respuestas, pero es inútil. En la delegación, le dicen que el problema se debe a una falla en el sistema y que tardarán unos días en repararla. Nadie sabe con certeza cuánto tiempo más habrá que esperar para tener agua corriendo al abrir el grifo. Éste es el tercer día sin agua en la colonia Irrigación y la tensión aumenta conforme pasan los días. De poco sirvió haber cambiado la instalación del baño de su casa por un equipo ahorrador de agua. Ahora necesita pensar en cómo recolectar agua de lluvia para tener una reserva suficiente para cuando los recortes del servicio sean más frecuentes, tal como ocurrió el año anterior, durante buena parte del verano.

Ésta es una escena cada vez más recurrente en el Valle de México, donde la falta de agua es un problema frecuente que aumenta a ritmo acelerado, al igual que los problemas por inundaciones. Vaya paradoja. Una situación que ha derivado en una severa crisis del agua que podría agudizarse a niveles insospechados durante las próximas décadas si las autoridades y la sociedad civil no logran revertir viejos hábitos relacionados con el uso y manejo del agua, en específico, con la desmesurada extracción de las reservas actuales de agua potable.

“Hay un problema fundamental en México que es la sobreexplotación de los recursos hídricos. Prácticamente todas las cuencas están concesionadas y toda el agua superficial ya está asignada, en algunos casos incluso sobreasignada, por lo cual, hay 104 acuíferos sobreexplotados y otros 68 que están cerca del límite máximo. Es un problema muy grande que no está siendo percibido en su real magnitud”, explica Polioptro Martínez Austria, director general del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA). Sin embargo, éste no es el único problema, ya que de acuerdo con el especialista, existen problemas importantes dentro del marco normativo del agua, la poca eficiencia tecnológica dentro del sector y la falta de una cultura ciudadana sobre el uso del agua. Situaciones que, a grandes rasgos, permiten entender los principales problemas en materia hídrica.

Y en este sentido, la ciudad de México es un caso paradigmático que ha encendido señales de alarma entre las autoridades. Estudios de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) estiman que para 2030, el Valle de México presentará una “grave escasez” hídrica al contar con una disponibilidad menor a los mil metros cúbicos por habitante al año. Un problema de enormes dimensiones si se toma en cuenta que la Zona Metropolitana del Valle de México agrupa cerca del 20 por ciento de la población nacional.

Los efectos de la crisis del agua son cada vez más evidentes. En el último año, la falta de lluvias ocasionó que las autoridades recortaran el servicio de agua potable en varias regiones del Distrito Federal y el Estado de México, lo cual derivó en un malestar generalizado de la población. Sin embargo, esto no fue impedimento para que algunos meses más tarde se produjeran inundaciones de consecuencias dramáticas para cientos de familias ubicadas en colonias como Valle Dorado, Ecatepec o Valle de Chalco. Por ello, algunos especialistas consideran que estas contradicciones son una evidencia contundente de la “esquizofrenia” del modelo hídrico actual.

En la actualidad, el gobierno federal pretende atacar el problema mediante la construcción del Túnel Emisor Oriente, una de las obras más grandes de la administración de Felipe Calderón, la cual pretende duplicar la capacidad de drenaje profundo de la ciudad de México. El proyecto, que tendrá un costo cercano a los 13 mil millones de pesos, prevé transportar las aguas residuales hasta lo que será la planta tratadora de Atotonilco, en el estado de Hidalgo. Esto con el fin de aumentar hasta en un 60 por ciento el volumen de agua reutilizada en el Valle de México, ya que mientras algunas ciudades industrializadas del norte del país reutilizan más del 90 por ciento del agua, en la ciudad de México apenas se reusa un 6 por ciento, una cifra mínima, considerando la magnitud de la escasez hídrica que se padece en la capital.Si bien esta iniciativa representa un primer paso para solucionar el problema, algunos especialistas creen que es necesario implementar medidas a fondo que permitan restablecer rápidamente el equilibrio hídrico de la región. De acuerdo con el estudio Repensar la cuenca: la gestión de ciclos de agua en el Valle de México, coordinado por la investigadora Elena Burns, existen condiciones geológicas favorables para pensar en la posibilidad de recargar intencionalmente la cuenca mediante lagunas de infiltración, pozos de absorción e infiltración vía agrícola, los cuales podrían implementarse en zonas del perímetro del área metropolitana.“Tenemos que desechar el actual modelo de gestión porque todavía hay mucha agua en el Valle de México. Hay que pensar el agua de la cuenca para la cuenca”, señala Óscar Monroy Hermosillo, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Iztapalapa, quien considera necesario restablecer el equilibrio hidráulico mediante un mejor aprovechamiento de las aguas pluviales y residuales, en lugar de los grandes costos que representa importar agua de otras cuencas.

En el mismo tono, el urbanista Jorge Legorreta, profesor de la UAM, sostiene que la construcción de túneles profundos merece evaluaciones más críticas, ya que hasta la fecha han sido incapaces de resolver un problema que cada día se hace más grande debido al hundimiento del suelo.“En las últimas dos décadas, el Emisor Central sufrió fracturas o agrietamientos que afectaron su funcionamiento. Aunque fueron reparados algunos puntos, otros 70 kilómetros del sistema de drenaje profundo requieren cada vez más recursos para su mal funcionamiento. Sin embargo, la edificación de túneles cada vez más largos y anchos no ha logrado eliminar las grandes inundaciones”, apunta el experto.

El problema es complejo, ya que la sobreexplotación de los acuíferos ocasiona un hundimiento constante del suelo que se traduce en inundaciones en lugares donde antes no se producían. Algo similar a lo que ocurrió en Chalco, donde las condiciones del subsuelo y la extracción excesiva producen un hundimiento de 40 centímetros al año. Sin embargo, este fenómeno no sólo produce mayores inundaciones, sino también un número mayor de fugas, ya que con el paso del tiempo, las tuberías terminan cediendo a la presión de los hundimientos. Una situación preocupante si tomamos en cuenta que el 30 por ciento del agua destinada a consumo humano en el Valle de México se desperdicia por fugas. A mayor extracción, mayor hundimiento, lo cual se traduce en más inundaciones y rompimiento de tuberías.¿Qué hacer ante este difícil panorama? Para Eduardo León Garza, investigador del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la captación de agua de lluvia podría representar una opción viable para reducir la presión sobre los acuíferos. “Estamos explotando las fuentes de menos recarga hídrica, a pesar de que podemos vivir con el agua de lluvia, pues cae más agua de la que usamos”, comenta el especialista y director de la iniciativa Descarga Cero, quien señala que en todo el territorio nacional caen alrededor de mil 528 kilómetros cúbicos por año de agua pluvial, una cantidad suficiente para resolver el estrés hídrico que se padece desde hace algunos años en varias regiones del país.

Falta investigación“En México hemos formado muy buenos ingenieros hidráulicos pero pocos especialistas en hidrología”, sostiene María Perevochtchikova, investigadora de El Colegio de México. Una afirmación contundente que permite entender cómo, históricamente, las autoridades gubernamentales han pretendido resolver los problemas vinculados al agua mediante la construcción de grandes obras de ingeniería que no siempre toman en cuenta aspectos básicos del ciclo hidrológico.

Y es que pese a la frágil situación por la que atraviesan los acuíferos de todo el país, los datos con los que cuentan los tomadores de decisiones y los académicos siguen siendo limitados, tal como refiere Luis Marín Stillman, investigador del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM.“Estamos sacando más agua de la que está entrando cada año a los acuíferos por medio de la precipitación. Aunque en algunos casos sabemos cómo está descendiendo su nivel, en muchos casos ignoramos cuál es el fondo de los acuíferos. No sabemos, hoy por hoy, cuánta agua nos queda”, señala el especialista, quien asegura que de seguir por el mismo camino, el problema de agua que tendrá la ciudad de México en las próximas décadas no se compara en absoluto con el de la actualidad.

Esto se debe a la imposibilidad de que el agua de lluvia pueda recargar el acuífero de la ciudad de México, debido a que la carpeta asfáltica funciona como impermeabilizante. Un problema serio, ya que de acuerdo con información del IMTA, la tasa de infiltración hídrica en el subsuelo del Valle de México varía año con año debido, precisamente, al crecimiento de la mancha urbana. El agua pluvial que antes se infiltraba, ahora escurre por el concreto, lo cual modifica el balance hídrico de la cuenca y los lugares en los que se almacena el agua.

Para Joel Carrillo Rivera, especialista del Instituto de Geografía de la UNAM, el problema se debe a la poca comprensión que existe en torno a la enorme complejidad que encierra el funcionamiento del sistema hídrico, un asunto que hasta el momento ha tenido poca atención por parte de las autoridades gubernamentales.

“Si no sabemos cómo funciona el sistema, no podemos resolver el problema. Toda el agua de manantiales y pozos proviene de algún lugar. Esa agua se está generando en algún sitio, no necesariamente de las cercanías, sino que puede provenir de un lugar mucho más lejano”, considera Carrillo, quien explica que de acuerdo con estudios recientes, ha podido demostrarse que el agua disponible en algunos acuíferos, puede provenir de distancias de hasta 150 kilómetros a la redonda, tal como ocurre con la reserva de Cuatrociénegas, en el estado de Coahuila.

Sin embargo, las limitaciones de la Conagua han impedido realizar estudios profundos sobre el agua subterránea del país. El problema central, de acuerdo con el investigador, consiste en que cada una de las 13 regiones administrativas establecidas por la Conagua son consideradas únicamente como extensiones de tierra que funcionan como una “cazuela que se llena de agua”, a pesar de que en realidad, cada una de dichas zonas está interconectada con otras, principalmente en el subsuelo. Por ello, un porcentaje importante de la recarga de ciertos acuíferos puede depender de la manera en que se está utilizando el suelo de un territorio específico fuera de los límites administrativos que establece la Conagua. Esta situación ha contribuido a que las autoridades no hayan sido capaces de resolver eficazmente el problema del agua en lugares críticos como el Valle de México.

Esta manera de repensar el agua como un enorme y complejo sistema, podría ayudar a mitigar la escasez hídrica de manera más sustentable. Un ejemplo de las aplicaciones que podría tener esta nueva visión podría ayudar a obtener un mejor ordenamiento territorial que promueva zonas agrícolas en áreas de recarga que contribuyan a reabastecer las reservas de aguas subterráneas cada vez más sobreexplotadas.

Por ello, los académicos consideran necesario que la Conagua cuente con información suficiente para entender la manera en que se utiliza el agua en México y poder establecer estrategias que ayuden a resolver el problema. Esto, debido a que en la actualidad la extracción de las aguas subterráneas no se mide de manera directa, sino que se hace un cálculo basado en el número de pozos, las horas de extracción y el consumo de los centros de población. Las variables por considerar son tantas, que la diferencia con la realidad puede ser enorme. Tampoco se mide la evapotranspiración (es decir, la evaporación de los cuerpos de agua y la evaporación que se da a través de las plantas) ni se tiene un conocimiento exacto sobre la cantidad de agua que se filtra a los acuíferos.“Seguimos instrumentando políticas públicas sin usar el conocimiento que se genera en universidades e instituciones”, reconoció Felípe Arreguín, director técnico de la Conagua, dentro de su participación en la cátedra“Agua en la sociedad del conocimiento”, organizada por la UNESCO.

La información sobre el agua en México es escasa y limitada, no sólo en lo relacionado con la extracción hídrica de los acuíferos, sino también en otros sectores como el de agua potable y saneamiento, ya que diversos especialistas indican que muchos de los datos disponibles actualmente son de difícil manejo debido a la ausencia de indicadores comunes que permitan comparar la gestión del agua en diversas regiones del país, además del manejo poco transparente de la información que manejan muchos de los organismos municipales encargados de operar el recurso.

Costos, infraestructura y federalismo“No sólo gastamos poco en infraestructura, sino que gastamos mal”, dijo Eduardo Donath de la Peña, subcoordinador de Planeación, Economía y Finanzas del Agua del IMTA, durante la pasada Reunión de Competitividad del Sector Agua, luego de considerar que la ineficiencia en la aplicación de los recursos financieros en los sistemas de agua potable ha ocasionado que se abran las puertas del sector a fuentes externas de financiamiento. La razón es simple, ya que “el sector público no genera los recursos suficientes”, a decir del especialista.

Es aquí donde encontramos uno de los puntos medulares del manejo poco eficiente del agua. Aunque institucionalmente la Conagua es el organismo encargado de administrar y preservar las aguas nacionales, el artículo 115 de la Constitución señala que los municipios tendrán a su cargo las funciones y servicios públicos de agua potable, drenaje, alcantarillado, tratamiento y disposición de sus aguas residuales. El problema de fondo radica en que muchos de los municipios del país no cuentan con recursos suficientes para mantener a un organismo operador eficiente, algo que se ha traducido en una pobre administración del recurso hídrico y una mayor desproporción en cuanto a los apoyos económicos provenientes del gobierno federal.“La ineficiencia de los operadores que se manifiesta actualmente se debe a falta de recursos para el sector. Los que existen están federalizados y son de muy difícil acceso. A los organismos operadores que son ineficientes, se les pide eficiencia para entregarles recursos. Me parece que hay que replantear esto desde el principio. Se les entregó a los municipios la responsabilidad de gestionar el agua pero no se les ha dado recursos suficientes para hacer el trabajo que les corresponde”, explica Roberto Olivares, director de la Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento (ANEAS), organismo que ha resaltado la necesidad de que México cuente con una ley de agua potable y saneamiento que permita terminar con la desigualdad vigente en los presupuestos, que pueda establecer criterios comunes para la gestión del agua destinada al servicio público y que le dé un peso mayor a la participación de los gobiernos estatales.

“Por eso hemos impulsado una propuesta de Ley de Agua Potable y Saneamiento, ya que en la ley vigente se cuidaron intereses de las autoridades que participaron en la confección de este instrumento y no en el interés de los ciudadanos”, comenta Olivares.

Al depender de los municipios (cuyo periodo es de tres años), muchos organismos operadores del país no tienen planes bien definidos de mediano y largo plazos, ya que este tipo de proyectos no son políticamente viables dentro de administraciones municipales que buscan obtener resultados inmediatos. Esta situación ha derivado en el debilitamiento de los organismos encargados de administrar el agua, que hasta la fecha, no han podido ser regulados por la autoridad federal.

Para muchos expertos, la crisis económica de los organismos operadores se debe, en gran parte, a que muchas tarifas no reflejan el costo real que tienen los servicios de agua potable y saneamiento. Mientras que en ciudades como León y Hermosillo el costo de 20 metros cúbicos de agua supera los diez pesos, en el Distrito Federal esta misma cantidad tiene una tarifa de 3.27 pesos, lo cual ha desatado un fuerte debate, ya que muchos especialistas consideran que los subsidios oficiales sólo han servido para incrementar la desigualdad en el acceso al agua.

Así como el 10 por ciento de los mexicanos concentra el 80 por ciento de los ingresos, esa misma situación se refleja en el acceso al agua, ya que la gente con menos recursos es la que tiene una menor cobertura de agua potable y saneamiento. De acuerdo con algunos estudios recientes, se sabe que mientras un habitante de clase media que consume entre 22 y 30 metros cúbicos al mes pagando entre uno y cuatro pesos por metro cúbico, la población que no tiene ningún servicio de agua potable y saneamiento consume sólo entre cinco y siete metros cúbicos mensuales pagando entre 25 y 40 pesos por cada uno.

“Hay que hacer un análisis profundo de ese tema. No es tan fácil quitarle los subsidios al agua. Luego del 4º Foro Mundial del Agua, los expertos se escandalizaron del valor que tiene el metro cúbico de agua en México, pues decían que estábamos tirando a la basura un recurso vital”, comenta Roberto Anaya Moreno, subdirector general de la Conagua, quien considera que se podrían mantener tarifas bajas si se reutilizara el agua como se hace en países desarrollados que han hecho fuertes inversiones en plantas de tratamiento.

No en balde, algunos expertos en la materia creen que en México estamos siendo víctimas de nuestra propia cultura del agua, ya que hasta ahora no han podido desarrollarse métodos alternativos que permitan llevar agua potable a todos los rincones del país.

“Hay tantos problemas y tantos lugares donde hace falta dinero, que hay que empezar por definir cuáles son las prioridades”, apunta Blanca Jiménez Cisneros, investigadora y especialista en temas de agua potable y saneamiento por la UNAM.

“No hemos ido adecuando los sistemas de potabilización ni tampoco hemos dado tratamiento al agua negra municipal. Su porcentaje de cobertura es muy bajo y aún más bajo el porcentaje de tratamiento de aguas negras de origen industrial”, explica Jiménez, quien considera que a pesar de que en México existe capacidad económica y técnica para resolver el enorme rezago del país en cuanto a la calidad del agua potable, hace falta una voluntad política real por parte de las autoridades.

Y éste es precisamente uno de los grandes obstáculos en cuanto al manejo del agua, tal como sugiere María Luisa Torregosa, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), quien considera que los procesos políticos son un factor crucial para la explicación de una crisis del agua, ya sea que nos refiramos a las carencias en relación con el acceso al agua y los servicios de saneamiento, a la extendida degradación y agotamiento de los acuíferos o a los daños y riesgos relacionados con la gestión del agua. Y esto, principalmente, porque los intereses político-electorales suelen estar por encima del interés público. Por ello, considera Torregosa, es fundamental contar con una ciudadanía lo suficientemente sólida que sea capaz de hacer frente a esta situación.“La hegemonía del agua se da por poderes económicos y políticos de forma terrible. Mientras no tengamos un contrapeso real que obligue a las autoridades a cumplir con lo establecido las cosas van a seguir igual”, sostiene la especialista, quien considera que las consecuencias de esto se traducen en una desigualdad cada vez mayor en cuanto al acceso al agua.

“Tenemos que entender qué sistema valorativo tiene el agua para nuestra sociedad. Si lo entendemos como un bien público, en lugar de entenderlo como mercancía, hay que hacer que el sistema de gestión de agua vaya en el mismo sentido: primero darle agua a la gente y después ver qué otros usos le damos”, señala Torregosa.

La opacidad de las concesionesPara que una persona, empresa o municipio pueda hacer uso de esa agua que es de la nación tiene que solicitar un permiso de concesión (particulares) o asignación del agua (municipios), el cual puede otorgar la Conagua de acuerdo con la disponibilidad, tal como se establece en el artículo 14 de la Ley de Aguas Nacionales.

En México, aproximadamente el 77 por ciento del volumen total de agua se destina al riego, 14 por ciento al abastecimiento público, 5 por ciento al funcionamiento de termoeléctricas y otro 4 por ciento a la industria autoabastecida, según datos de la Conagua.De esta forma, México es el sexto país del mundo en extensión de territorio de riego, superficie que cuenta con un nivel de eficiencia hídrica muy baja. Sin embargo, el 80 por ciento del ingreso destinado a la gestión del agua proviene del sector industrial, el cual, en opinión de algunos expertos, es realmente el que está financiando la infraestructura hidráulica del país debido a los altos costos que tienen que pagar en comparación a un sector agrícola altamente subsidiado.

“La ley no contempla algunas cuestiones de las que algunos particulares se han aprovechado. Tal es el caso de que si no hay disponibilidad de agua, yo puedo vender mi agua como un negocio particular. Mucha gente está teniendo uso agrícola sin pagar derechos o impuestos por ser agua para riego, y al mismo tiempo, acumulando grandes cantidades de agua para venderla a alguna empresa que se quiera ubicar en la zona, muchas veces a precios de extorsión. Esto ha impedido que muchos estados se puedan desarrollar”, explica Pedro Morales, especialista en temas del agua para la firma de abogados Backer & McKenzie.

Este problema es una constante que se ha incrementado en algunos estados como Tlaxcala, donde el uso de suelo agrícola e industrial se encuentra mezclado en una misma superficie. Esto debido a las enormes dificultades que existen por parte de las autoridades para medir cuánta agua se utiliza para riego agrícola, ya que generalmente los volúmenes de agua utilizados en la realidad presentan diferencias importantes en relación con los registros de concesiones en posesión de la Conagua.

Sin embargo, esta falta de control en la extracción de pozos no es sólo un problema del sector agrícola, sino también del industrial, ya que en la actualidad se desconocen los volúmenes de agua que utilizan ciertas empresas que incluso pueden comerciar con dicha agua, tal como ocurre con las embotelladoras. Esta situación ha ocasionado el descontento de varios grupos opositores que consideran que muchas veces las concesiones son utilizadas para satisfacer los intereses privados al comercializar el agua como una mercancía, cuando en términos legales está considerado como un bien público.

“Hay muchos pozos que se perforan ilegalmente. Se calcula que alrededor del 40 por ciento de los pozos del país son ilegales y por eso es difícil saber cuánta agua se está extrayendo. Otro tema importante es que hay mucha corrupción en Conagua en relación a las concesiones de los pozos”, explica Rodrigo Gutiérrez Rivas, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

Ya sea por corrupción o por ineficiencia, lo cierto es que muchas de las concesiones siguen manejándose de manera opaca. Un ejemplo de esto, es la manera en que muchas constructoras encargadas de edificar desarrollos habitacionales han podido extraer, sin costo alguno, importantes volúmenes de agua luego de obtener un permiso para extracción con fines de uso agrícola, de acuerdo con los registros de oficiales de la Conagua. Así lo documenta una investigación realizada por la UAM, misma que detectó este tipo de irregularidades en Ixtapaluca, Estado de México, donde la empresa Geo Edificaciones, SA de CV, utilizó este método para justificar la construcción de diez mil viviendas que hasta la fecha siguen utilizando de forma gratuita una concesión de riego agrícola para satisfacer la demanda de uso doméstico, haciendo de este tipo de irregularidades un lucrativo negocio.

Una situación que ocurre a pesar de que la Conagua es parte de un grupo de dependencias federales coordinadas por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) en el programa Desarrollos Urbanos Integrales Sustentables (DUIS), el cual fue pensado con el fin de informarle a los desarrolladores de vivienda sobre los lugares donde existe disponibilidad de agua con el fin de evitar este tipo de irregularidades vinculadas al uso de suelo.

Hacia una cultura del agua

Para 2009, la Conagua invirtió 48 millones de pesos para difundir una campaña mediática bajo el eslogan “El agua es como de tu familia ¡Protégela!”, la cual busca modificar los hábitos de la población respecto al uso del agua, construyendo una cultura del agua sólida que ayude a solucionar la grave escasez que se vive actualmente en varios puntos del territorio nacional. Pese a los esfuerzos de la dependencia y la participación de la iniciativa privada en dicha campaña, muchos especialistas creen que la única forma de conseguir una verdadera cultura del agua es otorgando a la población la posibilidad de acceder a información creíble que le ayude a entender más a fondo la enorme complejidad que encierra el tema del agua, debido a que un ciudadano bien informado cuenta con bases de mayor solidez a la hora de tomar sus propias decisiones.

Alguna vez dijo Ernesto Che Guevara que el conocimiento nos hace responsables, y por ello, es necesario que la información se transforme en un conocimiento que se traduzca en acciones concretas que impulsen un verdadero cambio social.

“Para que la gente actúe debe haber una comunicación eficaz, muy cercana a la gente, que el problema del agua no sea sólo del gobierno y las demás personas, sino que pueda asumirse como propio y el cual puedo ayudar a resolver”, comenta el químico y comunicador Luis Manuel Guerra.El conocimiento es fundamental para que los distintos actores sociales puedan generar estrategias efectivas que contribuyan a resolver el problema. Si bien resulta difícil unificar criterios a la hora de construir soluciones, éste será un requisito básico para que las próximas generaciones de mexicanos puedan tener la oportunidad de vivir en un país en el que el uso adecuado del agua pueda garantizar cierto bienestar social.

Fuente: teorema