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El pozo, antes que la sed

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Alfonso Sáenz Sancho (Ambientum)

Septiembre comenzó junto con una de las mayores obras de ingeniería de toda la historia de nuestro país. Empezaban los trabajos para la construcción de Castor: el almacén subterráneo de gas natural más grande de España.

Fue en 2004 cuando el anuncio de la realización del macroproyecto gasista Castor se revela a la opinión pública, en base a las necesidades y carencias del sistema energético nacional. Prácticamente el 100% del gas que se consume en España es importado y un tercio de este recurso se transporta a través de gasoductos conectados con Argelia y Europa, llegando el resto en el interior de enormes depósitos en buques metaneros. Además, España es deficitaria en almacenes de gas natural, por lo que necesita un lugar donde guardar las enormes cantidades que se precisan para garantizar el abastecimiento energético.

El lugar elegido para la ubicación de este enorme almacén fue el antiguo yacimiento natural de Amposta, situado a poco más de 20 km de la costa levantina y del delta del Ebro. Este depósito petrolífero, descubierto a principios de los 70, ofrecía caudales superiores a los 10.000 barriles al día de crudo de alta densidad y dejó de ser productivo al final de la década de los 80. El proyecto Castor, de la empresa promotora Escal UGS, pretende inyectar 1.300 millones de metros cúbicos de gas natural, con un caudal de extracción de 25 millones de m3. El  almacén podrá cubrir del 30% al 40% de la demanda energética nacional diaria durante 50 días. La inversión para el proyecto asciende hasta los 1.300 millones de euros y constará de una plataforma de proceso, una plataforma de pozos, un gasoducto de 24 kilómetros y una planta terrestre, situada en las afueras de la población castellonense de Vinarós.

Según Escal UGS, “La construcción del almacenamiento subterráneo, recogida dentro de la Planificación Estratégica de los Sectores de Electricidad y Gas 2008-2016 del Ministerio de Industria, prevé su puesta en operación comercial  dentro de dos años, en 2012”. “Castor no sólo hará frente a una gran demanda energética, sino que supondrá la generación de cientos de empleos, favoreciendo al desarrollo económico de la zona”, explica el gabinete de prensa de Escal UGS.

Ante los recientes y desastrosos episodios acontecidos alrededor de la industria energética, como el del golfo de México o el del puerto chino de Daliano, no podemos dejar de plantearnos las posibles amenazas que se ciernen alrededor de una obra de esta magnitud, pese a las voces que defienden la seguridad del proyecto. Una de estas voces es la del geólogo y especialista en medio ambiente del Colegio Oficial de Geólogos, Luis Fructuoso Barea, quien explica que “en un depósito situado a la profundidad a la que está el de Amposta (1.750 metros) y con las medidas de seguridad con las que cuenta, el riesgo de accidente es mínimo”. Para el IGME (Instituto Geológico y Minero de España), “en lo referente a las formaciones geológicas afectadas, los datos y parámetros básicos de caracterización de la estructura Amposta permiten considerar dicha estructura como de calidad suficiente para los objetivos de almacenamiento que se persiguen”. En palabras del geólogo de la Universidad de Barcelona Carlos de Santisteban, “de existir un vertido, sería de CO2, que es un contaminante menor, por lo que no sería muy grave”.

No obstante aún existen multitud de opiniones enfrentadas contra los defensores de la seguridad del proyecto Castor. La Plataforma Ciudadana en Defensa de les Terres del Sénia (PCDTS) lleva años denunciando supuestas irregularidades en la planificación y reglamentación del proyecto. Para el miembro de la PCDTS Jordi Conesa, “sorprende cómo se puede hacer un proyecto así, con tanta desinformación. Lo oficial parece la desinformación”. Conesa también habla sobre las emisiones derivadas de las obras de ejecución y de operación de Castor. “Las obras de ejecución supondrán unas emisiones de unas 25.700 toneladas/año, mientras que cuando la planta esté en plena actividad, estas emisiones podrían ascender hasta las 60.000 toneladas/año”, comenta Jordi Conesa.

Ante un proyecto de esta envergadura, Administración pública, empresas privadas y grupos ecologistas participan en una guerra cruenta donde la lucha propagandística, la estrategia de la desinformación, la ley del silencio y las maniobras de autopromoción son municiones para unas armas siempre a punto. Yo prefiero mantenerme del lado de la prudencia. Si bien es cierto aquello que reza el refranero de “más vale cavar el pozo antes de tener sed”, muchos debería aplicarse aquello otro de “obra acabada, maestro al pozo”. En cuanto a mí, y tras toparme ante un gran número de puertas cerradas para la elaboración de este artículo, me encuentro desesperanzado y melancólico, y no puedo por menos que lamentar las anteriormente mencionadas estrategias. Así que, mi gozo en un pozo.

Fuente: Ambientum