ATL

Agua Agua y agricultura El regadío: entre eficiencia, compatibilidad de usos y demandas sociales

El regadío: entre eficiencia, compatibilidad de usos y demandas sociales

E-mail Imprimir
AddThis Social Bookmark Button

Regadio_Eficiencia_MAGRAMA02/26/13 A LAS 8:15

Fotografía (Magrama)

A lo largo de las últimas décadas ha crecido el interés científico y la movilización social en torno a los usos del agua y, de forma especial, alrededor del principal aprovechamiento socioeconómico del mismo: el regadío, el cual ha experimentado un acusado proceso de transformación (BERGER Y ROQUES, 2005; HERMOSILLA, 2010).

El bagaje técnico y cultural fruto del paso de numerosas civilizaciones, los factores climatológicos y orográficos que han condicionado su desarrollo o los requerimientos eminentemente productivos que han estimulado, tradicionalmente, su puesta en marcha, han sido los elementos principales del análisis de su dinámica temporal (BURTON, 2010). Más recientemente, la relevancia progresiva de las demandas ambientales ante un modelo de desarrollo sostenible y el auge de la visión ecosistémica del territorio se han sumado a las variables de análisis precedentes (BREBBIA ET AL., 2010; GROENFELDT, 2006).

Fruto del vínculo difícilmente indisociable entre la disponibilidad de agua y la actividad agrícola se han ido configurando unos paisajes que son la expresión del dinamismo socioeconómico

Fruto del vínculo difícilmente indisociable entre la disponibilidad de agua y la actividad agrícola se han ido configurando unos paisajes que son la expresión del dinamismo socioeconómico. El Plan Nacional de Regadíos Horizonte 2008 (PNR 2008)así lo ha reconocido, dibujando un mosaico donde se mezcla la práctica ancestral del regadío tradicional –progresivamente modernizado− y la apuesta por nuevos proyectos de regadío capaces de dinamizar y vertebrar el territorio. Un dinamismo donde el factor ambiental ha tomado fuerza, incorporándose en el mensaje de fondo de dicha política.

De las dos prácticas, el PNR 2008 ha priorizado la primera, la modernización de los regadíos tradicionales, justificándola desde la necesidad de mejorar su eficiencia hídrica y racionalizar así el consumo de agua para uso agrícola. Aún así, son numerosos los ejemplos de modernizaciones que no responden únicamente a objetivos de eficiencia y resultados ambientales. Hay sistemas de regadío que se modernizan para ampliar la superficie irrigada o para incrementar los caudales que puedan transportar los canales principales y secundarios.

La cuestión es: ¿modernizamos para derivar el agua hacia otros requerimientos –ambientales, hidrológicos– o para poder aumentar la superficie destinada al riego?

No hay duda de que la percepción del regadío ha cambiado, tanto desde el propio sector como, sobre todo, desde la ciudadanía. El regadío ya no es, per se, un factor de desarrollo socioeconómico. De hecho, son notables los ejemplos de proyectos de regadío que no han cumplido las expectativas generadas.

La sensibilización ciudadana e institucional crece en torno a la multifuncionalidad del regadío más allá del debate-conflicto entre la visión productivista y la ambientalista del agua. Los valores patrimoniales, ambientales y lúdicos del regadío también son estratégicos para dinamizar el territorio (BRUNSTAD ET AL., 2005; DUFOUR ET AL., 2007). Así, la gestión del regadío se enfrenta a retos complejos y dinámicos. Como usuario dominante del recurso agua debe hacer frente a variables como el cambio climático, la seguridad y soberanía alimentarias, los condicionantes ambientales, las demandas sociales de participación y, en definitiva, la compatibilidad de usos en competencia. En pocas palabras: se trata de gestionar la complejidad aceptando, primero, la evolución de condicionantes como la escasez de recursos naturales; segundo, el mantenimiento y la acentuación de conflictos entre usuarios; y tercero, la implicación y participación del conjunta de la sociedad.

¿Podemos gestionar el regadío como suma de producción alimentaria, dinámica ambiental y participación social? Los responsables de la última reforma de la Política Agrícola Común (2014-2020)−actualmente en discusión− creen que sí y para ello proponen un instrumento específico: el greening o ecologización. Un concepto que, a grandes rasgos, supone un paso más del iniciado en la década de los noventa con las medidas agroambientales de la reforma MacSharry pero que no deja de reivindicar el vínculo indisociable entre la satisfacción de las necesidades alimenticias, su repercusión en la dinámica ambiental y la legitimación social de su práctica. Pero no es la única política de ámbito europeo que cree en la necesidad de gestionar el binomio alimentación-medio ambiente desde la legitimación social que debe soportar el regadío.

Los Programas de Acción para el Medio Ambiente se han ido configurando, desde el primero de ellos en 1973 –y ya van siete, como un instrumento de integración ante retos que superan el interés sectorial. Y el regadío, lo es. Precisamente el último programa (2013-2020) pone el énfasis en los recursos naturales –y en especial, el agua y el suelo− y su gobernanza como única opción ante la creciente conflictividad de intereses que conlleva su disponibilidad o carencia.

La Directiva Marco del Agua, la tercera política que afecta directamente el modelo de desarrollo del regadío, es otro ejemplo de integración de retos. En este caso, se potencia y prioriza el buen estado ecológico de los ríos y la participación ciudadana. Cabe señalar aquí el doble papel de la política española de regadíos en relación al primero de ellos, el buen estado ecológico. Así, si por un lado los proyectos de modernización de regadíos tradicionales, en pro de la eficiencia en el uso agrícola del agua, benefician la dinámica fluvial de los ríos prestadores del agua en limitar el requerimiento de riego, por el otro los nuevos proyectos de regadío suponen muevas tomas de agua, repercutiendo en la dinámica ecológica del mismo al disminuir su caudal.

No hay duda de que la gestión del regadío debe ser cuestión de equilibrio

No hay duda de que la gestión del regadío debe ser cuestión de equilibrio. La tendencia actual prima la integración de intereses socioeconómicos, ambientales, lúdicos, patrimoniales… territoriales, en definitiva. Sabemos de la distinción entre usos consuntivos y no consuntivos del agua, pero resulta difícil compaginar las respectivas dinámicas. ¿Podemos seguir priorizando el regadío por detrás del consumo de boca sin condicionar la dinámica ambiental del agua?

La teoría presupone que los requerimientos ambientales no forman parte de los recursos hídricos que se ponen a disposición de los usos consuntivos, pero su gestión va entrelazada, de manera que todo episodio de eficiencia escasa o de contaminación supone desdibujar los parámetros de partida aceptados inicialmente. Sabemos que la escasez de recursos hídricos es subjetiva dado que viene determinada no solo por los condicionantes y las limitaciones físicas propias del recurso, sino también por las prioridades, las tradiciones y las políticas de gestión del recurso. Y qué mejor ejemplo que el regadío: la afinidad de discursos, la contraposición de ideales, la capacidad de adaptarse o la priorización de un determinado modelo de desarrollo pueden resultar factores tanto o más providenciales que la propia disponibilidad física del recurso agua.

Referencias

BERGER, C. Y ROQUES, J. L. (2005): L’eau comme fait social. Transparence et opacité dans la gestion locale de l’eau. Paris: L’Harmattan. 185 p.

BREBBIA, C. A. ET AL. (2010): Sustainable Irrigation Management, Technologies and Policies III. Southampton: WIT Press. 272 p.

BRUNSTAD, R. J. ET AL. (2005): Multifunctionality of agriculture: an inquiry into the complementarity between landscape preservation and food security, European Review of Agricultural Economics, vol. 32, nº 4, pp. 469-488.

BURTON, M. A. (2010): Irrigation management. Principles and Practices. Cambridge: CABI. 375 p.

DUFOUR, A. ET AL. (2007): Multifunctionality in Agriculture and its Agents: Regional Comparisons, Sociologia Ruralis, vol. 47, nº 4, pp. 316-342.

GROENFELDT, D. (2006): Multifunctionality of agricultural water: looking beyond food production and ecosystem services, Irrigation and Drainage, nº 55, pp. 73-83.

HERMOSILLA, J. ET AL (2010): Los regadíos españoles. Un patrimonio rural paisajístico. Madrid: Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. Pp. 599-606.

Fuente: iAgua.es