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No hay agua sin bosques

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bosques_y_agua_Custom03/06/13 A LAS 11:49

Para centrar el debate daremos algunos datos e ideas que nos pueden permitir entender un poco más el “metabolismo forestal”:

Por debajo de 200 mm de pluviometría las masas forestales no suelen existir, salvo en condiciones muy especiales asociadas al relieve, como orientaciones en umbría o hacia los vientos húmedos, o en fondos de vaguada con acumulación de escorrentías subterráneas, superficiales o subsuperficiales.

Tampoco aparecen los bosques si el frío hace que haya menos de cuatro meses con temperatura media mensual superior a 7,5ºC es decir que su periodo de actividad vegetal sea menor a dicha duración.

Debemos comprender que la temperatura está íntimamente ligada a la economía del agua forestal ya que la actividad potencial de las plantas, respiración y fotosíntesis es directamente proporcional a su valor. Mayor temperatura, mayor actividad potencial.

La temperatura tiene un efecto directo sobre la Humedad Relativa del aire así como sobre la capacidad de carga de vapor de agua en el mismo. Si la temperatura baja la humedad relativa aumenta. Si la temperatura sube la capacidad de contener agua en forma de vapor aumenta. Las masas forestales influyen en gran medida en la temperatura del aire del interior de la masa así como en menor medida en la temperatura del aire que los cubre.

Con estos datos algo más elaborados intentaremos dar respuesta a las preguntas más comunes que nos podemos hacer sobre el efecto de los bosques sobre el agua y el ciclo hidrológico.

¿Mejora la calidad del agua bajo la influencia de los bosques?

¿Cómo es el caudal de la red hidrográfica que drena una cuenca forestal, frente al de otra cuenca deforestada?

¿Aumentan los bosques la cuantía de las precipitaciones?

¿Aumentan los bosques la cuantía de los caudales que drenan sus cuencas?

Calidad del agua

Los bosques impiden el impacto directo de las gotas de agua sobre el suelo, bien porque lo hacen primeramente sobre el follaje y el ramaje, bien porque lo hacen sobre la hojarasca, la pinocha, o los restos de materia orgánica que lo cubren. En bosques “abiertos” el impacto se produciría, casi con toda seguridad, sobre un piso de matorrales o de pastos, de acuerdo con las condiciones ecológicas de la localidad y por lo tanto, tampoco impactarían sobre suelo desnudo.

Puede parecernos que el golpeteo de una gota sobre el suelo es algo menor o despreciable. Tal vez seríamos capaces de reconsiderarlo si supiéramos que 10 litros de agua por metro cuadrado (los de un aguacero) son unas 200.000 gotas y que gran parte de ellas alcanzan una velocidad de 8 a 10 m/segundo impactando unas 20 gotas sobre cada centímetro cuadrado de suelo. Estos efectos los podemos visualizar en las puertas de muchos portales mal diseñados, donde la salpicadura de las gotas de lluvia que caen desde cornisas y balcones, superan con frecuencia los 50 cm de altura, dejando sobre la puerta señales de barro y todo tipo de partículas. Imágenes del impacto de una gota abundan en internet.

No nos hace falta ver un documental, para entender la capacidad disgregadora de las precipitaciones.

Realizada esta visualización, no nos hace falta ver un documental, para entender la capacidad disgregadora de las precipitaciones, que arrancan de la superficie del suelo millones de partículas que lanzan a más de medio metro de distancia desde el punto de impacto. Estas partículas quedan a disposición de las aguas de escorrentía, cuya capacidad de transporte es proporcional a su caudal y velocidad, yendo a parar a ramblas, torrentes y ríos, en forma de barros, lodos o riadas. Cuando el caudal disminuye su velocidad, generalmente en tramos medios y bajos de los ríos, arenas, limos y arcillas acaban depositándose en su fondo o bien en las vegas y llanuras aluviales al salirse de madre la avenida. En los embalses donde la velocidad del agua es prácticamente nula, el depósito de materiales es máximo.

Sin bosques dispondríamos de aguas turbias y terrosas para el uso humano, infraestructuras hidráulicas aterradas y con una vida útil más corta así como cauces menos profundos y eficaces en la conducción de caudales. Este hecho se manifiesta en desembocaduras de ríos que pierden su navegabilidad, en el recrecimiento de deltas o en la desaparición de bahías como es el caso del Guadalquivir. Pero como en medio ambiente, todo depende, como dice “Jarabe de Palo”, en el Guadalquivir este hecho ha dado lugar a la gran joya de la biodiversidad hispana que es el Parque Nacional de Doñana.

Por el contrario la presencia de bosques, garantiza agua menos turbia, con menos coste de depuración para uso doméstico, con cauces en tramos medios y bajos más profundos y eficaces en la conducción de caudales además de garantizar una larga vida útil a los embalses de acuerdo con las funciones para las que fueron creados.

Caudales apaciguados y regulados por las cuencas forestales

El caudal generado en una cuenca forestal es un caudal que se caracteriza, además de por la ausencia de materiales en suspensión, por su estabilidad. Están ausentes los grandes picos de caudal como resultados de precipitaciones excepcionales o importantes, así como dilata y distribuye su aparición en el tiempo.

El caudal generado en una cuenca forestal es un caudal que se caracteriza, además de por la ausencia de materiales en suspensión, por su estabilidad

Pero una vez más tendremos que matizar esta respuesta. En clima lluvioso, con precipitación en todas las estaciones o cuando llueve sobre mojado el efecto regulador es mucho menor, que en climas más áridos, como el mediterráneo, o si la capacidad de retención del suelo no está saturada.

El efecto de la masa forestal se basa en los obstáculos que ofrece a la libre circulación de las aguas por su superficie. Si el suelo es muy permeable o bien, es suficientemente profundo y bien estructurado como efecto de la materia orgánica de origen forestal, la escorrentía al disminuir su velocidad, provoca que el agua se filtre bajo la superficie, pasando a quedar retenida en el suelo, o bien a continuar hasta capas más profunda alimentando acuíferos locales y regionales.

Si por el contrario, el suelo está saturado de agua, la infiltración disminuye en gran medida. Sin embargo se mantiene una disminución notable de la velocidad de las aguas de escorrentía y por tanto de su capacidad portante, haciendo que el volumen de partículas en suspensión sea mucho menor, con los efectos positivos en cuanto a calidad del agua y freno de la acción erosiva que ya hemos hablado.

¿Aumentan los bosques la cuantía de las precipitaciones?

Si, si entendemos por precipitaciones la cantidad de agua que cae sobre la superficie viva e inerte de nuestro planeta. Si, si nos referimos al volumen de agua que cae sobre la superficie viva e inerte de las tierras emergidas. Depende, si nos referimos a la cantidad de agua que llega al suelo de nuestros continentes y depende, todavía más si nos referimos al agua que se incorpora a los acuíferos y a la red hidrográfica después de llegar al suelo.

Como ya dijimos en la primera entrada de nuestro blog, los bosques se adaptan a la disponibilidad de agua existente de acuerdo con el clima en el que viven. El líquido elemento es el recurso limitante cuando la temperatura es suficientemente alta para permitir su existencia. Partiendo de este principio, el clima define el bosque que va a existir bajo su influencia. Nosotros hablaremos, de cómo estas evolucionadas comunidades vegetales son capaces de influir sobre el clima en un segundo orden de magnitud.

Los bosques se adaptan a la disponibilidad de agua existente de acuerdo con el clima en el que viven

El ejemplo más conocido e importante por el tamaño de la superficie ocupada, es el de los bosques tropicales. Colocados en el entorno de la zona ecuatorial, las fuentes de agua principales de las que se nutren son los océanos situados en las márgenes occidentales de los continentes. El aire cargado de humedad procedente de sus aguas cálidas se desplaza sobre las tierras emergidas, se eleva debido al cinturón de bajas presiones ecuatoriales, se enfría al ascender y se producen precipitaciones abundantísimas que dan lugar a las selvas tropicales. Estas formaciones, debido a las altas temperaturas existentes, tiene un altísimo “metabolismo” y devuelven a la atmósfera un elevado porcentaje del agua que reciben (evapotranspiración), bien por simple evaporación antes de caer al suelo (intercepción) bien por efectos de la transpiración: agua absorbida por las raíces y bombeada a la atmosfera a través de las hojas, necesaria para renovar la estructura viva existente o bien incrementarla.

Se produce así una espiral de retroalimentación entre precipitación y evapotranspiración, que permite el mantenimiento de las precipitaciones hacia el Este y posibilita la existencia continuada del bosque tropical, en una sucesión repetida de evapotranspiración y precipitación. Es fácil deducir que si la continuidad del bosque tropical se pierde, la cinta transportadora de precipitaciones en la que se ha convertido, se suspende y el avance de las lluvias hacia el oriente queda muy comprometido. Luego ya tenemos un caso claro y con peso específico en que los bosques incrementan las precipitaciones.

A pequeña escala, podemos observar lo mismo en el encadenamiento y alcance de las tormentas veraniegas locales que caracterizan los valles Pirenaicos. Se producen por las tardes, cuando se dan las condiciones atmosféricas para ello: aire relativamente frío en altura, bajas presiones y aire cargado de humedad. La cantidad de días de tormenta, y el volumen de agua descargada dependen, en cierta medida, de la capacidad de bombeo de los bosques pirenaicos, que por la temperatura, y la existencia de suelos más o menos profundos, están en plena actividad o se reactivan con la llegada de las tormentas. La cantidad evapotranspirada y devuelta a la atmósfera va desde el 80% hasta el 100% de las precipitaciones, dependiendo de la intensidad y cantidad de las lluvias recogidas. Son valores importantes a sumar a la humedad que el aire previamente contiene procedente de masas atlánticas del oeste, o mediterráneas del este, causantes de la inestabilidad básica. Si a esto le añadimos el efecto de chimenea de las laderas orientadas al sur, donde el aire se sobrecalienta por radiación y de la brisa de montaña vespertina ascendente desde el fondo de los valles, el aporte del bosque puede ser desequilibrante y esencial. En general, en mayor o menor medida dependiendo de su importancia superficial los bosques de nuestras cordilleras colaboran con ellas en su labor captadora

(En nuestras búsquedas de documentación al efecto bien de Internet o de bibliografía disponible no hemos encontrado estudios que confirmen tajantemente esta opinión y tampoco que la nieguen. Agradeceríamos muchísimo cualquier información que los lectores que hayan llegado hasta aquí nos puedan enviar, pues puede ser objeto de un muy interesante debate)

Nuestras Islas Canarias nos ofrecen otro ejemplo, singular, en el que los bosques son un captador eficaz de precipitación horizontal. Son las laurisilvas. Una reliquia forestal del terciario, con unas 20 especies de árboles distintos. Muchos de ellos tienen una hoja similar a la del laurel o a la del aligustre, capaz de captar el agua de niebla de los mares de nubes canarios. Su eficacia necesita del empuje constante de los vientos alisios del NE, causa de su existencia y de un constante flujo de humedad que al atravesar el follaje hace que el agua recogida bajo su dosel, llegue a triplicar el volumen de la precipitación medida en su exterior. Los bosques de laurisilva, se dan en otros muchos lugares del mundo como son las fachadas Este y Oeste de los continentes con vientos húmedos constantes procedentes del mar y cordilleras cercanas que les obliguen a elevarse o bien zonas montañosas intertropicales.

En conclusión, tenemos algunos ejemplos importantes en sentido afirmativo.

¿Aumentan los bosques las cuantías de los caudales que drenan sus cuencas?

Este asunto es un tema prioritario en aquellos lugares del mundo donde el agua continental es un bien escaso, como sucede en la España Mediterránea o en Canarias. Por su interés y necesario matiz de las respuestas, lo dejaremos para la próxima entrega del Blog. Tan solo anticipar que muchos creen que lo ideal para nuestros embalses es un suelo despejado libre de vegetación que consuma un recurso tan escaso como es el agua. ¿Es inútil la evapotranspiración bombeada por las masas forestales a efecto de ciclo hidrológico? Los forestales no lo creemos así por muchas razones.

Referencias bibliográficas

Recomendamos la lectura del artículo disponible en “la Web” denominado: Los bosques y la evapotranspiración. Santi Sabaté.

Fuente: iAgua.es