Diversos investigadores señalan que durante el siglo XXI una gran cantidad de ciudades en todo el mundo enfrentarán retos hídricos inconmensurables (Peirce y Johnson, 2009).
La impermeabilización del suelo, debida a la presencia de concreto y asfalto en grandes superficies, modifica la relación lluvia-escurrimiento de las cuencas dentro de la ciudad, lo que a su vez produce que incluso lluvias de corta duración dificulten la conducción y el drenaje seguro de los volúmenes de agua resultado de precipitaciones moderadas. De esta manera, las inundaciones representan una amenaza importante al bienestar de la sociedad y al funcionamiento adecuado de los servicios urbanos.