class="contentpane"> La gota de rocío
Jueves, 20 de Junio de 2013 13:24
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felix_cortes_camarillo_vertical_1235Félix Cortés Camarillo

La próxima gran guerra será por el agua: en el planeta no hay más agua que la que hay, desde todos los tiempos, en cualquiera de sus formas. 18/06/2013 02:49

En los años de la posguerra del siglo pasado surgió en Piedras Negras, Coahuila, un asentamiento urbano de peculiar arquitectura. Se llamaba la colonia Americana y consistía en una sola calle, recta y larga, que corría desde los patios de la estación del ferrocarril que venía de Monclova a las puertas de La Consolidada, compañía fundidora que por años fue la principal industria de la ciudad.

 

La calle corría paralela al Río Bravo y era diferente a todas las calles de Piedras Negras o de Jiménez. Todas sus casas eran de paredes y pisos de madera, con techos de dos y cuatro aguas, pintadas de colores pastel. Ahí vivían los directivos de la planta acerera, a quien la gente llamaba simplemente La Concha. Por eso el nombre de la colonia, la Americana.

Lo que haya sobrevivido de ella debe haber sucumbido a las aguas turbulentas de las inundaciones de estos días. El agua no sabe de disciplinas ni dominios y siempre retomará el cauce que el hombre le ha robado. Por algo el río aquí se llama Bravo.

Para mí tengo que la próxima gran guerra, de suyo inevitable, ya no será por la posesión de tierras ni la inviolabilidad de fronteras; tampoco por los recursos del subsuelo o las mieles del conocimiento. La próxima gran guerra será por el agua: en el planeta no hay más agua que la que hay, desde todos los tiempos, en cualquiera de sus formas que vierten y revierten los ciclos de transformación, mientras la curva poblacional sigue en ascenso con la misma sed milenaria.

Hace un mes, los habitantes del Valle del Yaqui prometían defender “con las armas” las aguas de “su” río porque el gobierno había violado los amparos para detener la construcción del acueducto Independencia. Las presas de Angostura, Novillo y Oviáchic estaban a menos de 50% de su capacidad, y llevar el agua de esa cuenca a calmar la sed de la ciudad de Hermosillo significaría quitarla a 45 mil indígenas y un millón de habitantes del Valle, que sufren sequía desde hace 48 meses.

En la canción de Pablo Milanés, la gota de rocío del cielo se cayó y en ella el amor mío su carita se lavó. Para 40% del territorio de México del cielo no cae desde hace mucho una sola gota ni de rocío ni de nada que no sea sudor. Los estados más perjudicados son los del norte, diga lo que diga hoy Piedras Negras: Chihuahua, Durango, Coahuila, Zacatecas, Tamaulipas, San Luis Potosí y Sonora. Ahí está el Valle del Yaqui.

No han de llegar a las armas, pero esa esperanza no disminuye el problema; la sequía de los yaquis y los que con ellos conviven puede convertirse en un problema que ya es social, pero puede convertirse en político. Y la mancha amarilla de ese desierto creciente afecta a otros grupos sociales que ya han sido suficientemente dañados.

Pilón.- La semana pasada, en París, los senadores entregaron, a nombre de la República Francesa, un reconocimiento especial a la artista plástica mexicana Agueda Lozano. Agueda tiene una larga trayectoria artística, destacando en el campo de la escultura; su imagen metálica de un águila en ascenso se pierde en la maraña de vialidades de concreto de San Jerónimo y Periférico Sur de la Ciudad de México. La distinción ha sido entregada anteriormente a artistas como el tenor mexicano Rolando Villazón o el artista colombiano Fernando Botero. En México, obviamente, ni Agueda ni Rolando han recibido reconocimiento alguno.

Fuente: Excelsior

La gota de rocío

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La próxima gran guerra será por el agua: en el planeta no hay más agua que la que hay, desde todos los tiempos, en cualquiera de sus formas. 18/06/2013 02:49

En los años de la posguerra del siglo pasado surgió en Piedras Negras, Coahuila, un asentamiento urbano de peculiar arquitectura. Se llamaba la colonia Americana y consistía en una sola calle, recta y larga, que corría desde los patios de la estación del ferrocarril que venía de Monclova a las puertas de La Consolidada, compañía fundidora que por años fue la principal industria de la ciudad.

 

La calle corría paralela al Río Bravo y era diferente a todas las calles de Piedras Negras o de Jiménez. Todas sus casas eran de paredes y pisos de madera, con techos de dos y cuatro aguas, pintadas de colores pastel. Ahí vivían los directivos de la planta acerera, a quien la gente llamaba simplemente La Concha. Por eso el nombre de la colonia, la Americana.

Lo que haya sobrevivido de ella debe haber sucumbido a las aguas turbulentas de las inundaciones de estos días. El agua no sabe de disciplinas ni dominios y siempre retomará el cauce que el hombre le ha robado. Por algo el río aquí se llama Bravo.

Para mí tengo que la próxima gran guerra, de suyo inevitable, ya no será por la posesión de tierras ni la inviolabilidad de fronteras; tampoco por los recursos del subsuelo o las mieles del conocimiento. La próxima gran guerra será por el agua: en el planeta no hay más agua que la que hay, desde todos los tiempos, en cualquiera de sus formas que vierten y revierten los ciclos de transformación, mientras la curva poblacional sigue en ascenso con la misma sed milenaria.

Hace un mes, los habitantes del Valle del Yaqui prometían defender “con las armas” las aguas de “su” río porque el gobierno había violado los amparos para detener la construcción del acueducto Independencia. Las presas de Angostura, Novillo y Oviáchic estaban a menos de 50% de su capacidad, y llevar el agua de esa cuenca a calmar la sed de la ciudad de Hermosillo significaría quitarla a 45 mil indígenas y un millón de habitantes del Valle, que sufren sequía desde hace 48 meses.

En la canción de Pablo Milanés, la gota de rocío del cielo se cayó y en ella el amor mío su carita se lavó. Para 40% del territorio de México del cielo no cae desde hace mucho una sola gota ni de rocío ni de nada que no sea sudor. Los estados más perjudicados son los del norte, diga lo que diga hoy Piedras Negras: Chihuahua, Durango, Coahuila, Zacatecas, Tamaulipas, San Luis Potosí y Sonora. Ahí está el Valle del Yaqui.

No han de llegar a las armas, pero esa esperanza no disminuye el problema; la sequía de los yaquis y los que con ellos conviven puede convertirse en un problema que ya es social, pero puede convertirse en político. Y la mancha amarilla de ese desierto creciente afecta a otros grupos sociales que ya han sido suficientemente dañados.

Pilón.- La semana pasada, en París, los senadores entregaron, a nombre de la República Francesa, un reconocimiento especial a la artista plástica mexicana Agueda Lozano. Agueda tiene una larga trayectoria artística, destacando en el campo de la escultura; su imagen metálica de un águila en ascenso se pierde en la maraña de vialidades de concreto de San Jerónimo y Periférico Sur de la Ciudad de México. La distinción ha sido entregada anteriormente a artistas como el tenor mexicano Rolando Villazón o el artista colombiano Fernando Botero. En México, obviamente, ni Agueda ni Rolando han recibido reconocimiento alguno.

Fuente: Excelsior