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Agua y masas forestales dos recursos naturales sinérgicos

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Bosque con niebla, una de las mejores forma de visualizar la relación entre masas forestales y el ciclo hidrológico

iAgua nos da la oportunidad de comunicarnos con su gran comunidad de usuarios formada por entidades y personas ligadas al cada vez más importante y escaso recurso natural que es el agua y, en especial, sus formas continentales o terrestres.

Los bosques, como el agua, son un recurso natural clave para el mantenimiento de los procesos ecológicos esenciales que rigen nuestro planeta

Nuestro objetivo no es otro que intentar motivaros y ampliar vuestro interés sobre el directo e intenso entramado de relaciones entre los recursos hídricos y las masas forestales. Los bosques, como el agua, son un recurso natural clave para el mantenimiento de los procesos ecológicos esenciales que rigen nuestro planeta. Ellos nos regalan valiosos y abundantes bienes y servicios como resultado directo o indirecto de su actividad fotosintética.

Me presentaré. Soy Jacobo Maldonado González, Ingeniero de Montes, profesional veterano en el ámbito del medio natural y el medio ambiente. Soysocio fundador de Entorno Producciones y Estudios Ambientales S.L., es decir, pequeño empresario que ha encontrado su nicho económico en los ámbitos de la planificación, la gestión, la comunicación y la divulgación ambiental. Por formación y vocación soy un amante del mundo forestal y del medio natural, hacia el que intento canalizar de forma continuada una parte de mi actividad empresarial.

Formo parte de ASEMFO (Asociación Nacional de Empresas Forestales) con la que comparto al 100% ideas tan sencillas y de tanto peso como estas:

Los montes y las masas forestales son una infraestructura básica del Estado. En ASEMFO trabajamos para que así se las considere.

La existencia de una sociedad con vocación forestal creciente, genera tejido empresarial, mucho empleo próximo e incrementa el bienestar natural y ambiental de la comunidad.

Los montes devuelven multiplicadas con creces las inversiones que en ellos se hace, bien como resultado del aprovechamiento directo de sus masas forestales, bien como resultado de su presencia y actividad vital. La influencia en el ciclo hidrológico, de balance netamente positivo, es el principal servicio económico prestado a nuestra sociedad.

Constatamos que casi la totalidad de las masas forestales españolas están sometidas a un grado u otro de gestión. Prácticamente no existe el bosque calificable como completamente natural y salvaje.

ASEMFO es una asociación de empresas forestales privadas, sin ánimo de lucro y de ámbito nacional. Se constituyó en el año 1994 para representar y defender los intereses del sector empresarial y ser su interlocutor ante las Administraciones Públicas. Representa el 85 % de las empresas de obras y servicios forestales que se dedican a la conservación, protección y mejora del medio natural.

Me encuentro a gusto firmando como Jacobo Maldonado/ENTORNOPYE/ASEMFO y será así como me dirigiré a todos los que tengáis a bien leer este Blog.

No hay bosques sin agua…

Para entender la relación sinérgica entre el agua y los bosques creo que debemos empezar por analizar la distribución de nuestras masas forestales. El biodiverso y valioso tapiz vegetal ibérico es un fiel reflejo de esta relación mutuamente beneficiosa y multiplicadora así como de su equilibrio estable, duradero y dinámico.

En este Planeta Azul, sobre el que tenemos el privilegio de vivir, la península ibérica presenta dos colores netamente diferenciados. La España verde y húmeda al norte y al oeste y la España ocre y seca al sur y al este.

En este Planeta Azul, sobre el que tenemos el privilegio de vivir, la península ibérica presenta dos colores netamente diferenciados. La España verde y húmeda al norte y al oeste y la España ocre y seca al sur y al este. El volumen de precipitación recibida por nuestro territorio disminuye al aumentar la distancia desde la principal fuente de humedad, el Océano Atlántico. Es el resultado del paso de los sistemas de borrascas del oeste durante la mayor parte del año. En verano estos sistemas se desplazan centenares de kilómetros, afectando tan solo al Norte peninsular por lo que en el centro y Sur nos encontramos con un tiempo seco y anticiclónico. En definitiva la distancia al atlántico y la disminución de la latitud marcan la dirección y el sentido del verde al ocre: del Noroeste al Sureste.

La España verde, se caracteriza de acuerdo con Koppen, por un clima oceánico templado, con precipitación en todas las estaciones. La España ocre, por un clima mediterráneo, templado, con sequia estival. Es decir, ausencia de agua en la estación cálida. Entre ambos modelos, hay toda una gama de transición definida por la menor o mayor duración del estiaje, que va desde uno hasta cuatro meses. Al clima oceánico, en este caso Atlántico, le corresponde como bosque tipo y climácico el caducifolio de hoja plana: hayedos, robledales y bosques mixtos de frondosas.

Al mediterráneo típico, el bosque perennifolio de hoja coriácea, encinares y alcornocales, además de diversos bosques de coníferas de hoja escamiforme o aciculiforme como pinsapares, enebrales, sabinares y pinares mediterráneos. Para la zona de transición la solución evolutiva es incluso previsible: los bosques de hoja marcescente, aquella que una vez seca, tarda en caer del árbol o incluso permanece en él hasta su renovación primaveral. En este grupo están los quejigares y rebollares. Como podemos observar sin mucho esfuerzo, el tapiz vegetal de la península coincide de forma biunívoca con su climatología.

Las afirmaciones anteriores responden a un esquema simplificado que no tiene en cuenta el relieve. La península ibérica no es plana. Es uno de los territorios más elevados de Europa con una altura media de 660 metros, a la que contribuyen de manera esencial la cota media de las dos mesetas unida a la abundancia de sistemas montañosos. Estos, tienen una orientación dominante este-oeste con la excepción del sistema ibérico y las cordilleras del arco mediterráneo, las béticas y las subbéticas.

Las montañas con su cubierta forestal son excelentes captadoras de agua

Las montañas son uno de los captadores naturales de precipitación más eficaces que existen. Obligan a los vientos a elevarse y a perder temperatura debido al enfriamiento adiabático. Si son vientos con una carga de humedad suficiente el agua se condensa y forma las nubes dando lugar a nieblas, lluvias, nevadas o granizadas. En el lado de barlovento se produce una mayor descarga de precipitación y a sotavento se da un efecto sombra, de modo que a la misma altura la precipitación es inferior a sotavento. Cubriendo las laderas, apoyados en la mayor abundancia de agua, encontraremos bosques propios de zonas más húmedas que las que les correspondería por latitud y distancia al océano. Ellos son la mejor cubierta natural, para que el agua de precipitación llegue con la adecuada calidad a los acuíferos, a la extensa y dendrítica red hidrográfica y a las infraestructuras hidráulicas que en ellas se han construido. Si quisiéramos construir un captador de agua gigante, las mentes más lúcidas de la humanidad llegarían a la misma solución que la naturaleza ya nos ha dado: montaña con una cubierta forestal protectora y esponjosa.

El aire, como el agua, es un fluido, pero mucho más ligero sometido a la fuerza de la gravedad. Los frentes fríos o calientes, como manifestación de su faceta más meteorológica, son masas de aire que se desplazan como una gran ola por la superficie terrestre. Para avanzar buscan los caminos más favorables como son las grandes fosas geográficas, los valles, las vaguadas y los collados. Los frentes, parcialmente forzados a circular por todos ellos, son canalizados por obstáculos como los sistemas montañosos, cordilleras, sierras o montes aislados, que finalmente son superados y en los que se producen las denominadas precipitaciones orográficas. De acuerdo con este comportamiento, los valles y montañas en la misma dirección que el viento no serán un obstáculo a su paso mientras que los situados perpendicularmente a la dirección de los frentes funcionarán como diques y barreras con los efectos ya señalados. Por lo tanto orientaciones oeste y norte serán las más húmedas en las zonas de influencia del Atlántico y en las cercanías al mediterráneo las orientaciones este y norte. En ellas se ubicarán y refugiarán las especies arbóreas con mayor exigencia relativa de agua.

Si consideramos las montañas como el “altorrelieve” de un territorio, los valles y vaguadas por los que transcurre la red hidrográfica, serían su “bajorrelieve”. Por la red circula el agua de forma temporal o continua, y en ella afloran los flujos subterráneos de acuíferos regionales y locales. La abundancia de agua en estas zonas genera masas forestales específicas en sus riberas. Son bosques de galería adaptados a un espacio dinámico y cambiante definido por las variaciones en el caudal, los procesos de transporte asociados al mismo y la disponibilidad de agua en el suelo. En zonas mediterráneas, las riberas repiten el modelo de las planifolias y caducifolias: saucedas, alamedas, olmedas, alisedas,… En las zonas atlánticas la especificidad es algo menor y va asociada a la inestabilidad del sustrato y el medio. Una vez más agua y bosque se interaccionan para dar lo mejor de si mismos. Los bosques aportan estabilidad a los cursos de agua y ríos y arroyos aportan el líquido elemento que les permite prosperar en todas las estaciones.

El efecto del agua sobre la distribución de las masas forestales, se manifiesta también, por su papel esencial en los procesos vitales

El efecto del agua sobre la distribución de las masas forestales, se manifiesta también, por su papel esencial en los procesos vitales. El de respiración común a todos los seres vivos y el de la fotosíntesis propia de las plantas. Por debajo de 7ºC de temperatura media mensual se considera que los árboles se mantienen en parada invernal. A partir de este valor y en presencia de agua inician su actividad siendo más intensa cuanta más alta es la temperatura. Este hecho influye en la tipología de los bosques ante la la aparición de climas continentales y climas de montaña, ambos con periodos vegetativos más cortos que el resto de climas ibéricos. Son menos meses transformando agua, oxígeno y dióxido de carbono en materia vegetal y bombeando agua y dióxido de carbono como resultado de su respiración. Por tanto a periodos vegetativos más cortos, menor consumo de agua y menos bombeo a la atmósfera.

Las dimensiones de la península ibérica, hacen que la distancia al mar de sus tierras interiores sea suficiente para que el efecto atemperador de las aguas marinas desparezca y se presenten climas de carácter continental. Es decir con temperaturas extremas en invierno y verano y grandes contrastes entre sus valores. En las mesetas o la fosa del Ebro, se producen heladas importantes, que hacen que las masas forestales que las habitan, estén compuestas por especies muy duras y resistentes. Además de la sequía estival deben ser capaces de sobrevivir a los fríos invernales. Ya lo dice el refrán “seis meses de invierno y seis de infierno”. Es el caso paradigmático de sabinares o encinares en sus vertientes más extremas o los pinares sobre arenas de Castilla y León.

La altura, como ya hemos dicho hace disminuir la temperatura y aumentar las precipitaciones lo mismo que sucedería, si hiciéramos un viaje hacia el Norte, hacia latitudes mayores. Este hecho hace que especies atlánticas y eurosiberianas se refugien en zonas de montaña y que en sus cotas más altas, aparezcan tan solo las más resistentes al frío. Son generalmente coníferas, como el pino silvestre, el pino negro o el abeto. La versión mediterránea de estas especies podría ser el pino Salgareño. En esto caso la estrategia de la conífera siempreverde, capaz de dejar el estado de hibernación sin riesgo de helarse con fríos tardíos, es la triunfadora.

La distribución original de las especies forestales españolas muy probablemente podría cubrir toda la península, salvo algún retazo en el sureste árido por ausencia de precipitaciones o bien en las cotas más altas de nuestras cordilleras por frío. Si imagináramos el paisaje primigenio que la historia geológica y la evolución modelaron nos sería fácil verificar el hecho de que se trataba de un paisaje equilibrado donde cada tipo de bosque ocupaba un lugar al amparo de las condiciones climáticas y litológicas.

Mientras que para la España verde el factor adaptivo selectivo podría ser la lucha por la luz, en el área mediterránea lo sería la escasez de agua en verano y la irregularidad en la cuantía y distribución de las precipitaciones. Las masas forestales mediterráneas, en su intento por perpetuarse en el tiempo, han elaborado estrategias que les permiten disponer del agua en los momentos que está aparece, sea cual sea su cuantía. Su presencia es señal de la existencia de mecanismos eficaces para la retención de la escorrentía y a favor de la infiltración; de mejora de la capacidad de retención en los suelos a partir de la mejora de su estructura; de ahorro en el consumo de agua en la época estival, así como en los periodos fríos, etc. En síntesis: de recarga de agua en los meses fríos, equilibrio entre gasto y precipitación en las estaciones templadas y ausencia de actividad, transpiración o consumo en el estío.

Parece evidente pensar, que bajo clima mediterráneo, cualquier estrategia adaptativa que supusiera la disminución de la capacidad de aprovechar el agua por las masas forestales sería descartable, pues las llevaría hacia su desaparición progresiva. Los bosques como ecosistema tienden a influir en el medio, generando las condiciones que faciliten su existencia futura. Aparecen aquí variables como el efecto sobre la humedad atmosférica de la respiración, la sombra sobre el suelo, la creación y mejora estructural del suelo, el efecto sobre la velocidad del viento, la disminución de la evaporación del suelo,… que dejaremos para más adelante como parte de nuestra segunda entrada en el blog

… NI AGUA SIN BOSQUES.

ASEMFO colabora con iAgua, portal de referencia en el sector del agua.

Fuente: iAgua